lunes, 24 de agosto de 2015

¿En qué consiste la lotería de la gran edición?


A raíz de mi lectura veraniega, del exitoso (al menos en Argentina, patria chica de la autora) Y ellos se fueron, de Viviana Rivero, se me planteaba la pregunta que encabeza esta entrada. Es de enjundia.
 
 
 
 

Las grandes editoriales, nacionales e internacionales, son el objetivo confeso de algunos escritores, que no cejan hasta que, si son lo suficientemente afortunados, consiguen su propósito de ser publicados por una de ellas. Sabido es que rechazaron y rechazan a autores que a menudo acaban destacando en editoriales más modestas, conocido es que desprecian y ningunean a grandísimos escritores. Todos hemos leído bazofia publicada por ellas.

Todos podemos equivocarnos. Sus rastreadores, sus editores, también. O no del todo, o parcialmente sí. Si el libro se vende, dan en el clavo, lo de menos es la calidad del producto. Pero, ¿quién valora esa calidad? Hablamos de algo relativo, subjetivo, tremendamente valorable, incierto.

¿Hablamos de calidad literaria, o humana, o quizá incluso de habilidad para atraer y entretener a los lectores? Depende, como siempre ha dependido. Cervantes creía haber escrito una obra menor, una diversión sin mucha sustancia. Había producido la obra maestra de la literatura en castellano. No daré nombres, son muchos los que en la cresta de la ola están convencidos de haber pasado a la historia, y más tarde nadie se acuerda de ellos, o si lo hace es con una sonrisilla burlona en la boca.

El volumen de libros publicados a lo largo de un año es tan inabarcable, que cualquier manifestación talibán en cualquier dirección, positiva o negativa, a favor o en contra, se queda diluida en la cabezona realidad de una masa, de una verdadera maraña de ofertas lectoras, y como he dejado demostrado al elegir el título de este blog, ese vértigo no sólo me parece seductor, también una riqueza en sí mismo.

La novela-culebrón de Viviana Rivero mantiene el interés de un lector sin exigencias. La historia no está mal contada. Los vericuetos de las existencias de una saga de personajes entretienen. En una trama parcialmente ambientada en la España de la guerra civil, se echa de menos una documentación seria sobre lo que supone un conflicto bélico en las vidas de quienes lo sufren en su país, y en concreto si se trata de hombres jóvenes. Por lo demás, grandes amores y grandes desamores jamás defraudan. Nunca cansan el enésimo conflicto, la siempre penúltima confesión, el descubrimiento de un secreto, la pasión desbordada. Nadie se quejará mientras oye el chapoteo como música de fondo de una lectura ligera, y sobre todo agradecida.

En la lotería se ha de jugar, y en el juego está la auténtica ganancia.

 

 

 

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