Abril 2015
(Uno de los poemas que voy a leer en el programa de radio de Tea FM, 98.9 del dial, presentado por Mar Blanco y Fran Picón, y organizado por la Asociación Aragonesa de Escritores, Con Versos En La Noche, el próximo miércoles, 13 de mayo, a las 0:30 de la madrugada)
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Una puerta
se cierra y otra más lejana aparece
y en el otro
lado de su umbral
parece que
suene la voz que nunca se marchó,
en ese
terreno misterioso de lo amado
de las
noches de llamar para ser el más pequeño,
en la
tormenta, en los acordes, en la dulzura,
recuperando
el sentimiento, quedándose para siempre.
El
calendario abulta con las hojas que no se quitaron,
echo de
menos la sonrisa ligera del niño,
con su pelo
enredado, y sus pies con prisa por jugar,
esa
maquinaria de los enredos y de las carcajadas,
esas tardes
inmensas de una infancia tranquila,
aquella
comezón de sosiego en el sol de los últimos rayos.
Muero a las
páginas de un libro,
me dejo
recaer en esas ensoñaciones maravillosas
de estar,
reino imposible del pasado,
que no se ha
de recuperar
que nunca
basta.
Hoy puedo
creer en fantasmas,
se llaman
como yo
y tienen la
firme voluntad
como yo
de seguir
contigo.
(Leído en el acto poético "La poesía me libra", organizado por la Biblioteca Municipal de Zuera, el 20 de abril de 2015)
Vino el
padre y dijo que era tarde.
Después
llegó la madre y le llevó la contraria.
Los abuelos
andaban atareados con las chuches.
La tía joven
los mareaba felices con giros imposibles.
La otra niña
los miraba incrédula.
Tienen la
misma probabilidad de soñar con ogros.
Viven en una
calle parecida, en un piso con ventanas.
Caminan al
cole día tras día.
Pero son tan
diferentes.
A la otra
niña su padre la abandonó hace ya mucho tiempo,
nunca le importó
si nacía o no.
A la otra
niña es a la que lleva la contraria su madre.
A los
abuelos de la otra niña, el desorden de emociones los venció hace ya demasiado.
A la tía
joven de la otra niña, las visitas en la cárcel no la hacen más feliz.
La otra niña
se mira incrédula.
Tienen la
misma probabilidad de crecer y llegar a viejos.
O tal vez
no.
Sin padre en
la recámara la pistola dispara al techo.
Con una
madre desterrada al mundo de la caja tonta, no hay serie con final.
Por esos
abuelos que maquillan la merienda, no va a llegar más lejos.
Para esa tía
joven no quedan palabras de consuelo.
La otra niña
se ha cansado ya de mirarse en el espejo,
siempre se
ve incrédula.
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A Galeano, y
a tantos…
Permíteme,
señor,
que me tome
un té
ligeramente
apoyado
en la ruina
de los conquistados,
con las
damas y con sus sueños,
y que lo
derrame,
que sepa, y que
no pueda,
contenerme
en esa voz,
en la voz,
remoto y señor,
porque en la
lejanía
de las
naciones que velamos
entre la
bruma de los orígenes
a cuatro
pasos de despertar,
volvemos a
la pesadilla.
No escapamos
de nuestro destino,
nos
enfrentamos a su estela
de hojas
en infusión,
a su aroma
exótico,
a la jugada
maestra
pendiente la
partida
asustadas
las dueñas
mientras
todo:
el paso, la
seña, el fragor de las ceibas,
todo, todo,
se emociona
y sueña, y regresa,
a ese paraíso
imposible
de un
encuentro de culturas.
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Como patas
de elefante
tocando delicadas
una suite
completa
de algún
maestro del Barroco,
así me
siento,
cocodrilo acorralado
bajel que
llaman poeta
estampida de
dinosaurios,
cualquier cosa.
Como una
noche
de rabioso
amar y ser amado,
disfrutando auténtica
una calle
entera
de posibles
figurantes
de sueños
que no tuve,
así sé que
soy,
callado moribundo
en mi vivir del
día a día,
trapecio vacío
colgando en
el circo,
ranura por
la que asoman
todos mis
renuncios,
cualquier cosa.
Puede que
sí,
puede que las
metáforas
superen la
ficción.
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Conozco un
bar perfecto para el café
en el que
reconciliemos amargura con despertar.
¿Te suena aquel
seiscientos
en el que
hace ya mucho
disfruté de
ser un niño en su primera comunión?
Escucha, hemos
arrojado los banderines de la fiesta
a un
apartado de correos sin numeración
para que
todos los que quieran
puedan hacer
sus aportaciones a la causa del amor.
Loable,
¿verdad?
Y mientras
tanto,
mi pequeña
sonrisa,
te sigo
esperando en el quicio de la noche,
apretando
los dientes sin rencor,
consciente de
que volverás,
completamente
enamorado,
como ayer,
como entonces, igual, igual.
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Leídos en público en la Buhardilla de la Asociación Simultánea de Villanúa, en el acto poético-musical organizado por dicha asociación y el Ateneo Jaqués, el sábado 2 de abril:
A veces
respiras con los dientes
y en el
fondo de cada nubarrón
te
encuentras a ti mismo,
buceando en
lo que sabes que eres
en el recreo
de la infancia
en el mundo
abierto de la juventud
en todo lo
que vas dejando atrás.
A menudo
cada parte es como un todo,
sabes
que la noche
es luz para ciegos insomnes,
te repites
la misma
canción de siempre
y puedes
continuar sin
mapas
por el
camino que tan bien te conoces.
Le tienes
miedo a tus huesos, a tus músculos,
mucho más
que a tu corazón,
pero en
realidad el aire sopla igual,
las hojas
acaban cayéndose,
se apaga la
rabia,
se retuercen
los motivos,
se acumulan
los “posibles”,
ahora que, muy de poco en poco,
te vas
aprendiendo el estribillo de la vida.
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Chocas como
un inmenso iceberg
con todos
los obstáculos.
El hielo se
desbarata
en la
fricción con otros hielos.
La banda
sonora te parece conocida.
No logras
mover ni un hilo.
Tienes la
impresión de que al final,
en ese
océano de trabas,
nunca
llegarás a tu destino.
Mejor me
pregunto
si realmente
tengo idea
de a qué
puerto pretendo inundar
con esta
enorme masa sumergida
si algún día
podré ser
cubitos
en las copas
de una fiesta,
si en el
viaje,
me pierden
las olas
y me llevan
hacia aguas más cálidas.
Me fundiré entonces
con el mar,
y ese
destino será salado e indoloro,
será como
volver al principio.
No quiero
chocar con el Titánic,
tampoco quiero
ningún otro protagonismo,
no pretendo
entusiasmar a turistas,
ni aparecer
en estadísticas del cambio climático,
o merecer
portada de la National Geographic,
soy un
simple montón de hielo,
y es eso lo que quiero
seguir siendo.
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