Asisto espantado a la desfachatez
con la que la derecha cavernaria y sus secuaces mediáticos atacan el mero
concepto de memoria histórica. Ahora los revisionistas no son únicamente los
neonazis obviando el holocausto, Dios nos libre, también los populistas de
nuevo cuño que se atreven a proclamar lo evidente: lo caduco de nuestro sistema
constitucional, y la necesidad de reivindicar de una vez por todas a los que
yacen sepultados en cunetas y fosas junto a muros de cementerios, sin el
reconocimiento respetuoso de sus restos y su correspondiente dignidad.
Ahora, recordar sigue siendo
malo. Lo era cuando el objetivo principal era la reconciliación, superar el
pasado para construir un presente más libre. No importa que desde la llegada de
nuestra débil democracia hayan pasado los suficientes años como para que una
buena parte de la población no haya conocido otra cosa, con tal de que los mismos
deban seguir bajando la cabeza y aceptar sin más la amnistía de los asesinos.
Los cavernarios insultan a la inteligencia, acuden a sus adeptos para
machacarnos a todos desde su atalaya de intolerancia, arrogantes, crecidos.
Dominan los medios de comunicación generalistas. Se saben fuertes.
Viene todo lo anterior al pelo
para abordar una vez más en este blog la versatilidad del formato cómic, o si
se quiere, el de la novela ilustrada, versátiles para abordar cualquier asunto
imaginable, también los más duros, los más silenciados. Ramón Acín fue un
hombre como tantos, con sus luces y sus sombras, un destacado intelectual, un
maestro de maestros, un artista, un hombre comprometido.
Y murió por sus ideas, que había
defendido pacíficamente desde la tribuna, desde la hoja impresa, desde la
decencia y el corazón. Merece que se haga un ejercicio de memoria, por mucho
que se empeñen los herederos de quienes lo ejecutaron, para ponerle una vez más
en su sitio, para homenajear su figura. Otros ya tuvieron casi cuarenta años de
país rendido a sus pies, no es tanto pedir después de todo.
El autor de la parte gráfica es
el también editor del libro y de otros de cómic, Daniel Viñuales con su
editorial GP. En su destacable labor, recurre a un gris que se hace eco de lo
lúgubre de los acontecimientos, de esa época oscura y tan olvidable de la
historia de nuestro país. Ante la difícil tarea de poner en imágenes la
biografía de semejante personaje elevado desde hace tiempo a mito, de relatar
con sus dibujos esos momentos históricos protagonizados por Acín y otros,
muestra con delicadeza y sensibilidad, seres angulosos que rebuscan en su alma
torturada. Es efectivo.
Juan Pérez firma los bocadillos,
el guion de esta pequeña magia ilustrada, de esta crónica de hechos y
atrocidades, para recordar los detalles esenciales de la biografía de
protagonistas como Acín y Galán, como también para denunciar a quienes les
traicionaron. Pajaritas sobre un fondo rojo. Complicado acoplar en el espacio
destinado a los textos de un cómic tantos datos relevantes, transmitir y
sintetizar, llegar al matiz y saborear la esencia. La guerra, pero también la
paz. La política, sin olvidar la cultura y la amistad (Buñuel, los compañeros
maestros, tantos seres anónimos que pasaron por la vida de Acín, su mujer, por
encima de todo su familia).
¿Se puede ser bueno sin dejarse
llevar en ocasiones por la ira? ¿Permite la ira de algunos que se desarrolle
plenamente la bondad de los pacíficos? ¿De qué bondad estamos hablando?
En este libro no hay respuestas,
hay preguntas, se plantean cuestiones, se abordan momentos a los que asomarse
desde nuestro hoy a un pasado que ya no es, que no puede ser. Las últimas horas
de un ser que amó, profundamente.
Genial como siempre, Juanjo. Besos
ResponderEliminarGenial como siempre, Juanjo. Besos
ResponderEliminarGracias, Arantza. Eres muy bondadosa...
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