martes, 22 de diciembre de 2015

Y muy a menudo, Vietnam queda mucho más cerca de lo que creemos


Reciente en nuestras retinas la confirmación de que los seres humanos tropezamos no dos, sino innumerables veces con la misma piedra de la corrupción, de la casta, de la desfachatez de los que recortan derechos y se presentan como salvadores de la patria, el valiente poemario de Marta Navarro, Vietnam bajo la cama (Amargord, 2015), se hace poco menos que visionario e imprescindible.





Sumérjanse en las páginas de este volumen que vuela por el océano de olas sonoras de Irlanda y por semejantes horizontes lejanos, pero que se mantiene al mismo tiempo, pegado y bien pegado a la realidad cotidiana de nuestros desamores, de nuestra sociedad errabunda y desnortada. Se trata de literatura comprometida.

Y algunos se preguntarán si tal cosa todavía existe. Miren, admiradores de la diferencia entre nuevos y viejos idearios, desde aquí me declaro insumiso a esta moda, reniego de la caducidad de nada que defienda la dignidad de las personas, que sostenga que hay quienes someten a otros, que unos pocos viven en el lujo a costa de la miseria de un gran número de sus congéneres, llamémoslo conciencia de clase, izquierdas frente derechas, o simplemente,  quedémonos con la esencia de la brutal y desmedida avaricia de ricos y poderosos.

“Una democracia

                llena de pájaros de hojalata.

Nos vendimos lentamente

                y por nada.”

Este libro es lo que ya he expuesto, todo y mucho más. Nos habla sin pudor de las razones peregrinas, antojadizas, libérrimas, e incluso apabullantes que empujan a escribir. Encontramos poesía que parece prosa, prosa que se antoja lírica. Una empleada del mes, la transición de las lagartijas, un ministro “comodiosmanda”, revueltas sobre uno mismo para hallar respuestas, o más preguntas. Recuerdos de Ohio, desde este nuestro otro Ohio, certero y puñetero como él solo, desolador e inquieto, somardón.

Cómo le entendemos los que también hemos tenido que olvidar retazos enormes de infancia para ser felices.  Cómo fluye este discurso, coherente de miradas de humanidad a los otros, y a los otros otros, los animales sufrientes. Marta Navarro depura estilo mientras nos lanza a las chicas guerrilleras, al cuello de la estupidez y el prejuicio sexista, desollando la estrechez de miras, levantando la voz lo que haga falta, y eso que no es sino de cuando en cuando, porque las palabras bien elegidas se acoplan las unas con las otras para crear la magnífica construcción del Vietnam de la autora.

“Tú y yo tenemos una conversación pendiente. Una conversación sin diplomáticos ni obreros del metal, sin el miedo acumulado de los mataderos, sin psicoanalistas de bosques, sin menús de verano, sin la crueldad de los matadores, sin el silencio de los cobardes. Te ofrezco la eternidad y un día para comernos este miércoles regalo del dios Neptuno. Llámame y empezaremos de nuevo.”

Pues eso. Quede dicho, Marta Navarro, escuchen o no.




 

2 comentarios:

  1. Querido Juan José, en este día frío y austero, abrir el ordenador y encontrarme tu texto es como un bálsamo para las cicatrices.

    Muchas, muchas gracias.

    Un beso

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  2. Que bonito lo que dices y que razón tienes, es un privilegio tenerte de amigo.

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