Últimamente, este pésimo lector
de poesía no deja de acumular poemarios en el listado de “ya leídos”.
¿Milagroso? Simplemente, que metido a mi manera, tímida pero contundente, en el
mundo de la publicación, me he encontrado con otros poetas y en el intercambio
está la riqueza. Estoy convencido de que va a ser muy positivo el efecto en mi
proceso escritor.
No he dejado nunca de leer
narrativa. Me encanta que me cuenten una buena historia. Y ahora, además, están
de moda los relatos cortos, o los “micro”, y como era de esperar, yo también he
caído en su trampa de sirenas, hasta el fondo. Lo que no quiere decir que sean
los únicos libros que merezca la pena leer. Suelo leer pocos ensayos. Algunos
me atraen más que otros.
Me resultaría difícil catalogar “Atalaya.
El Alto Aragón desde la atalaya”, un bellísimo recopilatorio de imágenes,
muchas de ellas aéreas, de paisajes selectos de esa parte espectacular de la
geografía aragonesa. Organizado el volumen a partir de los cuatro elementos, se
amontonan en la retina hermosas fotografías acompañadas por textos
habitualmente muy cortos, con cierto toque lírico, aparte de algunas citas
alusivas. Es maravilloso constatar la incontestable belleza de nuestra tierra.
La montaña, el llano, la roca y el agua, los contrastes, lo monumental, la
presencia humana, la geología imponente, la emoción.
De la visión local a la
universal. “Paseos inolvidables” resultó ser uno de esos libros de bastante
convencional acercamiento a rutas recomendables por los lugares más fascinantes
del mundo. Como ninguna aproximación es del todo inocente, sus autores
anglosajones muestran evidentes inclinaciones (e incluso prejuicios)
anglosajones.
El aparente equilibrio entre continentes
y culturas, no se cumple cuando una cuarta parte de los itinerarios son por
Europa y una tercera parte por lugares de habla inglesa. Nadie es perfecto. Los
destinos, más que correctamente fotografiados, no serán todos los que son, pero
son todos los que están.
A partir de un beso furtivo, es
cuestión de buscar, uno por su cuenta, más concreta información para abordar en un
futuro una verdadera relación con esos parajes que se nos muestran desde una
discreta ventana. Suena a una agradable labor que queda por emprender. Cuando
vaya visitándolos, sabré si acertaron o no los autores al incluirlos en su “hit
parade”.
¿Dónde colocar la guía oficial de
uno de los más importantes museos que uno pueda visitar? En nuestra última
visita a Madrid, caímos en que todavía no habíamos regresado al Prado desde que
Moneo firmó su ampliación. Era una buena excusa para volver. Y una guía bien se
puede considerar un apropiado “souvenir” para un “viaje” admirado y consciente
a nuestra venerable pinacoteca.
Una manera de retener en papel lo
que se logró ver, revisitar, o lo mucho que se nos escapó, que perdimos de
vista. Con indicaciones al margen, entre sesudas y didácticas, que ayudan a
contextualizar las obras recogidas, a comprenderlas y apreciarlas. Para
sentirse orgulloso y algo desbordado, pues la nómina de genios es larga, y la
de obras maestras muy considerable.
Se unirá en la estantería a otras
guías, como la de la National Gallery, mi favorita. Que quede claro, los anglosajones son maestros en muchos
campos, y en el de la museografía no cabe duda de que lo son. Sus museos acogen
a los visitantes de todas las maneras posibles, y hacen de la experiencia un
goce absoluto.
No, no se puede vivir sólo de
Literatura, o quizá es que la literatura es viajes, arte, vida a fin de cuentas.
Dan ganas de volver a visitar El Prado. Por cierto, curiosamente, el último libro que he leído también era de relatos breves. Abrazos Juanjo!
ResponderEliminarGracias a ti, Marcos. Plantéatelo en tu próxima vez en Madrid, entre librería y librería, entre charla y charla, entre amigo y amigo, un encuentro con los grandes maestros del Prado es una manera genial de apurar lo que ofrece la capital. ¡Por los relatos breves!
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