La asociación cultural
Heleno-Aragonesa Pansélinos ha hecho posible la edición del libro del autor
Yannis Adamis, “El proyecto” (STI, 2015), en una traducción de Isaac Gómez
Laguna y con un atractivo diseño de cubierta por Petros Bouloubasis.
El texto de Adamis, uno
inclasificable, que reúne lo que aparentan ser relatos y tiene la dinámica de
una novela corta, está lleno de surrealismo. Me ha recordado a la inteligencia
desbordada de cartas que me escribió hace mucho tiempo un gran amigo de esa
época, de una elocuencia sabia y precisa, con mil referencias culturales
inmersas en el mar de una escritura fresca. No siempre estaba seguro de
entender, ni me importaba hacerlo o no. Apreciaba más la perfección del estilo,
la creatividad a raudales.
En esto mismo me he quedado al
terminar de leer esta obra con gatos, vendedores de lotería, una ciudad
omnipresente, y creo pensar que con esta Grecia doliente de hoy día, y en
permanente crisis, amago de esa sociedad que a todos marcó, vendida al mejor
postor –el carente de todo escrúpulo-, la de los noticieros, la que sufren día
a día nuestros hermanos griegos. Y aviso para navegantes, lo que a otros
ocurre, también podría ocurrirnos.
¿Cuántos autores griegos conozco?
Consulto “San Google”. Quien más quien menos fardará de haber leído a Kavafis. Apenas
he leído algunos de sus poemas. El novelista de “La última tentación de Cristo”
se llamaba Nikos Kazantzakis. La otra película, que no libro, que a muchos nos dice algo es “Zorba el griego”, y se basó
en una novela de ese mismo autor. Las
novelas policiacas de Petros Márkaris han tenido una más que considerable
repercusión en nuestro país, todavía no me he acercado a ninguna, me lo apunto
como deberes.
¿Y sus dos premios Nóbel de
Literatura? Giorgos Seferis y Odysseas Elytis. El primero hace sonar alguna
lejana campana, el segundo tiene un nombre de pila muy literario, y poco más.
Para ahondar en la injusticia cultural de esta supuesta globalización, que en
realidad es internacionalización de lo yanqui, uno de los más importantes
autores contemporáneos de nuestro vecino país, Nikos Poulantzas, trató en uno
de sus libros tema español, “La crisis de las dictaduras: Portugal, Grecia,
España”. Mea culpa. No tenía ni idea.
Aparte de Ismail Kadaré, ni
remoto conocimiento de lo que se haya podido cocer en la literatura albanesa. Y
en el resto de la órbita mediterránea, fuera de las potencias culturales, el
turco Orhan Pamuk (me encantó su visión de Estambul, como la ciudad misma,
fronteriza entre continentes; a Yasar Kemal, no tengo el gusto), el egipcio
Naguib Mahfouz (intenso aroma a zoco y rampante homofobia, una historia que me
cautivó; ¿aquí también cuenta Kavafis?, ¿o su Alejandría era como la Praga de
Kafka? Más fascinante si cabe, otro de esos fronterizos) Quizá me olvide de
algún serbio, de algún croata que no relaciono con cierta lectura lejana. Estoy
leyendo en estos días a un autor argelino. Algo es algo.
¿Tienen la culpa las editoriales
que no se atreven con los autores en lenguas periféricas, minoritarias? ¿O
nosotros, que sucumbimos a los gustos precocinados, a las sugerencias
previsibles, a lo fácil? ¿O nadie? Merecería la pena tener algo de curiosidad
por las culturas alejadas de la nuestra, de la que nos inculcan desde la tele,
desde los medios, desde las redes sociales. Sería al menos enriquecedor.
Pero no nos engañemos, el remoto
escritor tunecino lo tiene muy complicado. Tiene un nombre imposible, nos habla
de asuntos que como mínimo nos son ajenos (o así nos lo parecen), no tiene
agentes literarios en donde toman las decisiones del canon, y ese bárbaro de
Bloom, fanáticamente “proanglo”, jamás llegará a tenerlo en cuenta; es en suma,
un insignificante autorcillo que se expresa en una lengua ignorada. Para
conseguir la “ansiada repercusión” tendrá que exiliarse culturalmente, en
París, en Londres, renegar de sí mismo y al mismo tiempo hacerse autobombo como
auténtico representante de su “excepción cultural”, maniatarse y
desnaturalizarse. Indignante.
Las malas noticias se borran con
el gozoso aventurarse en la obra de un autor griego. En su escritura está la
misma esperanza que nadie podrá borrar del rostro de todo un pueblo.
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