lunes, 9 de mayo de 2016

La bondad y la ira (Últimas horas de Ramón Acín)



 

 

Asisto espantado a la desfachatez con la que la derecha cavernaria y sus secuaces mediáticos atacan el mero concepto de memoria histórica. Ahora los revisionistas no son únicamente los neonazis obviando el holocausto, Dios nos libre, también los populistas de nuevo cuño que se atreven a proclamar lo evidente: lo caduco de nuestro sistema constitucional, y la necesidad de reivindicar de una vez por todas a los que yacen sepultados en cunetas y fosas junto a muros de cementerios, sin el reconocimiento respetuoso de sus restos y su correspondiente dignidad.

Ahora, recordar sigue siendo malo. Lo era cuando el objetivo principal era la reconciliación, superar el pasado para construir un presente más libre. No importa que desde la llegada de nuestra débil democracia hayan pasado los suficientes años como para que una buena parte de la población no haya conocido otra cosa, con tal de que los mismos deban seguir bajando la cabeza y aceptar sin más la amnistía de los asesinos. Los cavernarios insultan a la inteligencia, acuden a sus adeptos para machacarnos a todos desde su atalaya de intolerancia, arrogantes, crecidos. Dominan los medios de comunicación generalistas. Se saben fuertes.

Viene todo lo anterior al pelo para abordar una vez más en este blog la versatilidad del formato cómic, o si se quiere, el de la novela ilustrada, versátiles para abordar cualquier asunto imaginable, también los más duros, los más silenciados. Ramón Acín fue un hombre como tantos, con sus luces y sus sombras, un destacado intelectual, un maestro de maestros, un artista, un hombre comprometido.
 
 

Y murió por sus ideas, que había defendido pacíficamente desde la tribuna, desde la hoja impresa, desde la decencia y el corazón. Merece que se haga un ejercicio de memoria, por mucho que se empeñen los herederos de quienes lo ejecutaron, para ponerle una vez más en su sitio, para homenajear su figura. Otros ya tuvieron casi cuarenta años de país rendido a sus pies, no es tanto pedir después de todo.

El autor de la parte gráfica es el también editor del libro y de otros de cómic, Daniel Viñuales con su editorial GP. En su destacable labor, recurre a un gris que se hace eco de lo lúgubre de los acontecimientos, de esa época oscura y tan olvidable de la historia de nuestro país. Ante la difícil tarea de poner en imágenes la biografía de semejante personaje elevado desde hace tiempo a mito, de relatar con sus dibujos esos momentos históricos protagonizados por Acín y otros, muestra con delicadeza y sensibilidad, seres angulosos que rebuscan en su alma torturada. Es efectivo.

Juan Pérez firma los bocadillos, el guion de esta pequeña magia ilustrada, de esta crónica de hechos y atrocidades, para recordar los detalles esenciales de la biografía de protagonistas como Acín y Galán, como también para denunciar a quienes les traicionaron. Pajaritas sobre un fondo rojo. Complicado acoplar en el espacio destinado a los textos de un cómic tantos datos relevantes, transmitir y sintetizar, llegar al matiz y saborear la esencia. La guerra, pero también la paz. La política, sin olvidar la cultura y la amistad (Buñuel, los compañeros maestros, tantos seres anónimos que pasaron por la vida de Acín, su mujer, por encima de todo su familia).

¿Se puede ser bueno sin dejarse llevar en ocasiones por la ira? ¿Permite la ira de algunos que se desarrolle plenamente la bondad de los pacíficos? ¿De qué bondad estamos hablando?

En este libro no hay respuestas, hay preguntas, se plantean cuestiones, se abordan momentos a los que asomarse desde nuestro hoy a un pasado que ya no es, que no puede ser. Las últimas horas de un ser que amó, profundamente.

 

 

 

 

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