lunes, 13 de abril de 2015

Rebelde y artista


“Julia Aguilar, Always (1899-1979) Rebelde y artista”, de Antonio Abarca Anoro y Antonio Buil Sillés






Tras la lectura de este merecido volumen homenaje a la figura de la todavía desconocida Julieta Always, no podía quedarme en una simple reseña para mi blog, el cuerpo me pedía destacar también yo, lo excepcional de una biografía como la de dicha artista barbastrense.

Julia Aguilar nació en el seno de una familia pequeñoburguesa de la ciudad del Vero, cuando el siglo XIX llegaba a su ocaso. Sede episcopal, reducto de sotanas y uniformes militares, su pequeño ombligo de “mediocritas” remotamente áurea, marcaría para siempre a una joven inquieta y libre, que nunca se conformó con lo que su entorno le asignaba por su origen, a ese recto y unidireccional proceder que se le imponía. ¿Qué pudo haber de cierto en las habladurías? ¿Fue amante de Primo de Rivera? ¿Realmente fue “cocotte”, en París, en la capital del Reino? Lo único cierto es que tuvo el coraje de escapar de ese ambiente irrespirable, que buscó nuevos horizontes y los encontró.
 
 


 
 

Para cuando regresó, todavía en una madurez apetecible, ya se había convertido en la excéntrica que después siempre sería. Y lo “ex céntrico”, es lo periférico, lo que abochorna a los “biempensantes”, lo que “se sale de madre”, lo que finalmente aporta frescura y “des concierta”. Julieta daba miedo. Los locos, los mendigos, todos ellos lo hacen. Pues nos muestran el abismo.

¿Fue la diferencia la primera, y la insania mental vino después? Supongamos. También pudo ser al revés. No importa. No hace menos grande a Julieta. Ni menos difícil. Atractiva para algunos, chocante para los más, para los que la conocieron, rodeada de gatos, y vistiendo llamativos harapos. Son muchas las mujeres que han sido condenadas a la histeria, que han sido carne de psiquiatra por ser diferentes, por atreverse a romper, a ser ellas mismas. Sólo ellas saben y sabrán lo que significa ser señalada permanentemente con el dedo, escuchar las risas burlonas, percibir el rechazo como un halo penetrante y tupido, de una densidad insoportable.

Agradecer a los autores la sensibilidad con la que se han enfrentado a la realidad multifacética de Julia Aguilar. Las obras conservadas (es un decir, dadas las circunstancias desfavorables para su creación) están sobriamente catalogadas en su volumen, como también están dignamente mencionadas las que nos faltan. Ahí están, para que cada uno decida, para que exprese su opinión.
 



 
 

Es indiscutible en mi opinión, que sus cuadros son un espejo de los de la calle del gato, un espejo cóncavo y valleinclanesco, reflejo forzosamente esperpéntico de esa España que le tocó vivir a Julieta, de dictadores a caballo, toreros “torereros”, reinas, genios, religión y rituales. ¡Cómo escapar de la poderosa atracción de sus composiciones! Si autora “naïf”, si autodidacta, si dueña de sus manos para representar con ellas lo que le pedía el alma. Alma de artista y rebelde. Afortunadamente, un señoritingo de pincel afamado hizo parada y fonda en Barbastro. Nos descubrió a Julieta. Que siga la obra, esto no ha hecho más que empezar…



 

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